Divino Adivino

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Díganme si no. Cuando los que andamos en este sufrido mundo de las catas describimos un vino, seguimos la pauta que marcan los críticos de arte. En cualquiera de las manifestaciones artísticas, o creaciones, como dicen los clásicos, el escrutador se concentra adoptando la postura del depredador que está a punto de saltar sobre su presa. Quizás exagero un poco pero el análisis de una obra, cualquiera que esta sea, demanda la concentración absoluta de nuestros sentidos para, primero comprender, luego interpretar y finalmente opinar. Tres verbos de acción, los tres absolutamente subjetivos y, por ende, limitados a lo que podríamos llamar nuestro universo individual. ¿Qué opinan los escritores, los artistas plásticos, los vinicultores o los cocineros cuando leen lo que decimos acerca de sus trabajos? Yo estoy seguro de que no son pocas las ocasiones en que caminan silenciosos hacia el primer espejo disponible y se preguntan meditabundos: Oye Yo, ¿en serio quise decir eso que dice este señor o señora con mi cuadro, mi novela, mi poema, mi vino o mi faisán con huitlacoche? Yo francamente creo que para un artista no debe existir nada más divertido que leer apologías, halagos, críticas y hasta denostaciones de quienes se consideran eso que dan por llamar, pomposamente, autoridad en la materia. Supongamos que soy pintor y que amanecí con ganas de pintar a una señora en cueros con un perrito chihuahua en las piernas. Dos días después de estar colgado el cuadro en la galería aparece en la sección cultural del diario de la nación: “Con este cuadro Mengano ha trascendido el umbral de la impaciencia y refleja, con brutal descaro, la vulnerabilidad humana. El perro está ahí para decirnos, a través de su atónita mirada, que nada es para siempre”. Al mismo tiempo, en algún otro lugar del mundo, el enólogo se entera que su vino Malbec del 2010 “es una extensión viva de la selva austral, con matices de arrebol y sonrisas con rubor y con evidentes notas de magnolia rociada de mañanita. En la primera nariz la cuculí se ríe y la ventana se agita y en la segunda, nos lleva por los aguajes y patios encantados y ya al final, por las plazuelas y los amores soñados”. Pintor y enólogo meditan y sonríen cómplices de sí mismos. ¿Qué sería de nosotros – se dicen – sin la imaginación infinita de los que no son artistas?

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Denominación de Origen